Discurso pronunciado por Fernando Rubio, portavoz del Grupo Socialista de la Diputación de Salamanca, en el Pleno Extraordinario para la toma de posesión de la nueva Corporación de la institución provincial:
Apreciados amigos y amigas:
En nombre del grupo socialista de la Diputación provincial de Salamanca, quiero felicitar a cuantos han obtenido su acta de diputado o diputada en el día de hoy, al Grupo Popular, ganador de las elecciones que hasta aquí nos han traído, y a su Presidente, Javier Iglesias.
Me dispongo, más que a leer un discurso, a realizar una declaración de los principios que nos guiarán en nuestra acción política durante la legislatura que comenzamos. Todo, con el anhelo sincero de mejorar la vida de los vecinos y vecinas de nuestra provincia, en positivo y de manera inequívocamente constructiva. En otras palabras, todo por y para Salamanca y su progreso. Un ingrediente básico para ello ha de ser el entendimiento. Con toda sinceridad, si estas palabras pudieran interpelar a quienes las escuchen, si llegan a suscitar la menor inquietud para el encuentro, especialmente en la bancada de enfrente, será para bien de la provincia. Por nuestra parte, les escucharemos con el mayor interés, receptividad y voluntad de entendimiento.
Los socialistas no renunciaremos a nuestra esencia constructiva, a buscar en todo momento confluencias que puedan mejorar la vida de quienes pueblan la provincia; como dijo Oscar Wilde desde la cárcel en su carta De profundis, “allá donde hay dolor, es suelo sagrado”, y allí estaremos. Ahora bien, ser positivos, mirar al futuro con esperanza no significa rehuir la verdad, y la verdad es profundamente preocupante: cada día tres jóvenes abandonan la provincia; entre 2008 y 2018 perdimos 22.000 habitantes (cerca del 7% de la población provincial total); hace tiempo que el número de muertes dobla al de nacimientos (brecha, por cierto, en preocupante aumento, que sitúa a Salamanca con el peor balance regional junto con León, y entre las cinco provincias más señaladas del país). Salamanca se desangra, nuestra pirámide poblacional (nuestro futuro) se invierte, y lamento decir que este panorama apuntala la percepción ciudadana común de la Diputación provincial como una administración prescindible.
Pues bien, a pesar de vivir en un paisaje humano que se difumina, a pesar de que quienes gobiernan estos lares desde hace décadas ya no transmiten precisamente frescura, ideas nuevas, empuje para mejorar la situación…, a pesar de todo ello ‘el cambio no ha llegado a esta tierra’. En el caso de la Diputación de Salamanca, estamos convencidos de que un cambio habría supuesto mucho de bueno para el enorme reto de los próximos años, en un medio rural profundamente herido. Pero hemos felicitado a quienes han ganado y les tendemos la mano. En el caso de la Junta de Castilla y León, el Partido Socialista ha ganado claramente (35 procuradores socialistas por 29 populares) y es quien de verdad personifica el cambio necesario tras treinta y dos años de gobierno del Partido Popular. Sin embargo, lo que comenzó como un inexplicable cordón sanitario en Madrid terminó por convertirse en un cambalache interinstitucional de cromos en Valladolid, en algunos casos a la desesperada, tanto que la Diputación de Zamora (por no ir a provincias más lejanas) estrena como presidente al único diputado provincial de Ciudadanos. La democracia es un sistema político, pero no olvidemos que ante todo es un “sistema de valores”, como nos recuerda el profesor Aranguren.
Como decía, la cruda realidad es que la despoblación, el peor de los males para nuestra tierra y para nuestros hijos, avanza sin descanso por el territorio provincial. Nadie, ninguna institución con responsabilidad de gestión en nuestro territorio es culpable (tampoco, por supuesto, la provincial), pero ninguna es ajena a esta situación y, evidentemente, ninguna debería estar ausente. Parece claro que si nadie se remanga, si continuamos tomándonos la despoblación como competencia impropia, la inercia seguirá y no parará hasta que toquemos fondo. Sr. Presidente, con el mayor interés, más aún, con la necesidad de aquél a quien le va la vida en ello: la Diputación provincial debería participar de manera activa en la búsqueda de soluciones. Sin embargo, permítanme decirlo, sorprende la autocomplacencia que caracteriza desde hace décadas a esta casa. Si tres jóvenes abandonan a diario esta provincia, si los pueblos se vacían inexorablemente, no deberíamos escuchar palabras como las del pleno de cierre de legislatura (la semana pasada): “hemos hecho las cosas bien”. Y no les niego la buena intención, ¡faltaría más!, pero sí percibo dos carencias que me preocupan: por una parte, la ausencia de autocrítica, que transluce conformismo y un cierto fatalismo, como si la suerte estuviera echada y no pudiésemos hacer más ante lo inexorable; por otra parte, la certeza de que la Diputación provincial tiene en su agenda los servicios básicos de los municipios, el apoyo a las corporaciones locales, el plan de empleo… y otros asuntos fundamentales que compartimos, pero no la búsqueda real de ideas ni la activación de políticas contra la despoblación.
Para dar ese paso necesario, ponemos a su disposición nuestro trabajo, nuestro conocimiento e ideas. Pero, Sr. Presidente, por el bien de nuestra provincia, no desperdicien a casi la mitad de la corporación. Hagan uso de su mayoría absoluta, por un diputado de diferencia, pero háganlo con amplitud de miras. Ahí nos tendrán. Olviden el uso arbitrario de fondos a distribuir entre los propios por decisión unilateral, y un poco para los ajenos, no sea que protesten. Los alcaldes y alcaldesas no pueden venir a esta casa, su casa, a luchar, y ésa es la sensación que tiene gran parte de la provincia. Las políticas de mira estrecha, de amiguismo sólo sirven para amarrar sillones, y poco tienen que ver con la justicia. Pero, sobre todo, creo sinceramente que ni ustedes ni nosotros podemos permitirnos perder años en políticas de patio de colegio, mientras tres jóvenes continúan dejándonos cada día y la despoblación avanza. Sería una muestra de inmadurez política que, reitero, no podemos permitirnos. En todo caso, si ese fuera el estilo, ahí no estaremos, aunque esperamos con sinceridad que el camino sea otro, más ancho y que nos lleve más lejos.
Hay al menos veinte millones de euros de fondos remanentes a los que no se les ha buscado finalidad. Sé que usted, Sr. Presidente, considera que es argumento fácil acusar al equipo de gobierno de escasez de ideas, cuando el mérito real es sacar adelante las que ya hay. Sin embargo, que haya dinero sin finalidad parece fortalecer esa acusación. Pero mucho mayores son las cantidades presupuestadas que quedan año tras año pendientes de ejecución, lo que podría sumar a esa acusación de falta de ideas un cierto agotamiento en la gestión. Por otro lado, quisiera mencionar sólo dos de entre las muchas iniciativas que en su día quedaron en el tintero y deberíamos poner en marcha cuanto antes: es necesario implementar planes estratégicos de desarrollo, atendiendo a los recursos y circunstancias de las diferentes comarcas (por el momento sólo hemos conocido el de Béjar, reducido a actuaciones en La Covatilla), y convendría promover a la mayor brevedad la Mesa del diálogo social en la provincia de Salamanca, foro muy importante para el empleo cuya convocatoria pareció asumir la diputación, pero nunca más se supo.
Sr. Presidente, ofrecemos a usted y su grupo un Pacto contra la despoblación en la provincia de Salamanca, un pacto real, abierto y comprometido que no caiga en el olvido y que nos sitúe en el análisis profundo y objetivo de la situación, para contenerla y cambiarla.
Para empezar, es absolutamente necesario cambiar la dinámica de suprimir o disminuir servicios del medio rural para concentrarlos en el medio urbano. Y esencial desterrar definitivamente la falsa idea del medio rural como un ente deficitario y subsidiado. Ese concepto, reduccionista y tergiversado, pasa por alto que somos nosotros, los pobladores del medio rural, quienes custodiamos el territorio, alimentamos a la población, preservamos el medio ambiente de todos, gestionamos el paisaje, proporcionamos espacios acogedores para todos y somos depositarios del arraigo común. En otras palabras, ejercemos como elemento fundamental de la base social que cualquier país o región necesita.
La actual percepción social de abandono del espacio rural salmantino está íntimamente relacionada con la paulatina pérdida de las referencias comarcales que, de manera natural, siempre funcionaron en la provincia de Salamanca. No sólo los municipios más pequeños han sufrido este abandono; los núcleos intermedios y, en particular, las cabeceras comarcales han visto cómo se han quebrado sus bases económicas y sus vínculos con sus territorios históricos de influencia. Lamentablemente, los procesos vividos en las últimas décadas han estado marcados por un concepto equívoco de modernización que ha puesto el acento en la movilidad de la población hacia los centros urbanos, donde se han concentrado los servicios y las oportunidades de trabajo y de promoción social. Esta dinámica de concentración demográfica urbana incide en que el medio rural y su patrimonio hayan sido relegados a un papel de meros suministradores de mano de obra y de bienes imprescindibles para el conjunto de la sociedad.
Ahora bien, el problema en nuestra provincia no son los movimientos demográficos intraprovinciales, es decir, que la población rural salmantina se desplace a las cabeceras de comarca o a la ciudad de Salamanca y su círculo periurbano. Todas ellas, incluida la capital, que ha perdido una cuarta parte de su población en los últimos 25 años, también se vacían gota a gota. El medio rural de los pequeños municipios necesita centros comarcales fuertes y una capital viva, espacios que puedan aportar servicios y atractivos para quedarnos en la provincia y contribuir a repoblarla. Hablamos, pues, de un éxodo rural centrífugo: décadas de una inercia que expulsa a los pobladores de nuestra provincia sin ser capaces de amortiguar mínimamente la herida recibiendo nuevos pobladores. En otras palabras, exportamos nuestro mejor patrimonio, el humano, sin retorno alguno.
Es hora, por tanto, de centrar los esfuerzos públicos y comunes en acciones realmente comprometidas con nuestros pueblos, sumidos en un inexorable proceso de olvido, y con sus gentes, cada día más solas y vulnerables. Ha llegado el momento de gestionar de una manera diferente, fresca e ilusionante, contando con los recursos estratégicos de nuestro medio rural y de cómo ponerlos en funcionamiento, para lo que serán necesarios esfuerzos comunes, audacia y un compromiso real con la tierra que habitamos.
- “Un medio rural vivo”, con servicios suficientes como para garantizar la igualdad de oportunidades de quienes lo habitan con respecto a los pobladores de los medios urbanos, en atención sanitaria primaria y de urgencias, oferta educativa, atención a infancia y juventud, atención social domiciliaria para mayores, atención a personas dependientes…
- Pueblos con calidad de vida, proponiendo medidas activas e integradoras para que sus vecinos no se limiten a la coexistencia, a aguantar cuanto se pueda, sino que tengan opciones reales para un desarrollo personal y familiar adecuado, con el refuerzo de las actividades culturales, educativas, deportivas, asistenciales… y la promoción de espacios de participación, contando además con la mejora o creación de algunas infraestructuras necesarias para tal fin. Pocos son, por ejemplo, los pequeños municipios salmantinos con un lugar de encuentro y participación social público, como puede ser una biblioteca.
- Apoyo a la economía y el empleo rural, muy en especial a mujeres y, de modo general, jóvenes que afronten hacerse cargo de sus negocios familiares y que quieran permanecer en el medio rural o poblarlo. Búsqueda de nuevos modelos de desarrollo económico amparados por estudios de viabilidad y mercado.
- Un medio rural con acceso universal a las TIC. Inexplicablemente, aún hay en nuestra provincia zonas sin cobertura de TDT o telefonía móvil; por otro lado, la inmensa mayoría del territorio de Salamanca no tiene acceso a internet de alta velocidad, y mucho menos a la señal por fibra óptica. Esto nos convierte en ciudadanos de segunda, especialmente en tiempos en que el acceso a internet es un servicio básico, y su ausencia o baja calidad un criterio de abandono de los pueblos o renuncia al asentamiento rural.
- Trabajo en red: apoyo a redes comarcales, al trabajo de unos municipios con otros y sus intereses comunes; comarcas conectadas entre ellas o con la capital y su alfoz; optimización de recursos naturales, culturales… que siempre estuvieron ahí. Por ejemplo: necesitamos implicación provincial en comarcas con un patrimonio histórico extraordinario pero no visitable (iglesias románicas, fortificaciones, restos arqueológicos, construcciones tradicionales y elementos etnográficos de alto interés…), en museos, centros de recepción locales…, lugares singulares con mucho que aportar al desarrollo de su entorno pero escasamente promocionados o, incluso, cerrados al público. Trabajo también en red en espacios naturales, como la necesaria iniciativa provincial en la mayor parte nuestros cursos fluviales, hoy alejados de las personas, cuyas riberas bien podrían ejercer como corredores naturales para ir a pie, en bicicleta, a caballo… uniendo localidades de manera sostenible, como ya sucede en muchas zonas de Europa.
- Incremento de nuestros vínculos transfronterizos con Portugal, nuestro país hermano. Creemos en una “raya” cada día más difuminada e impulsaremos políticas de cooperación reales, como el estímulo del estudio de nuestras lenguas a ambos lados de la frontera y los intercambios escolares para su práctica, factores que sin duda incrementarán el intercambio y el conocimiento mutuo. Es necesario mejorar y crear las infraestructuras y conexiones necesarias para este acercamiento. Más aún, la búsqueda de puntos de encuentro y la activación de políticas conjuntas de desarrollo se presentan como elementos imprescindibles para la lucha contra la despoblación a ambos lados de la frontera, objetivo común de nuestros países.
- Hacia la soberanía alimentaria: dignificación y compromiso real con la agricultura y ganadería familiar, como base del aprovechamiento sostenible de nuestros recursos naturales y parte esencial del desarrollo rural futuro; simplificación y apoyo a productores en sus trámites administrativos (elemento que llega a ser disuasorio de emprender nuevos proyectos); promoción de los mercados locales, los cauces de distribución directa y los productos locales de calidad; defensa comprometida de cultivos y productos autóctonos. Defenderemos un reparto justo de las ayudas de la PAC, con especial atención a las explotaciones familiares y a su incidencia directa y efectiva en el desarrollo rural de la provincia.
- Políticas de igualdad reales, contra toda brecha o discriminación de género, como la salarial, la de acceso a oportunidades laborales y, por supuesto, en defensa de la mujer ante la terrible lacra de la violencia machista.
- Defensa y conservación decidida del magnífico patrimonio natural y cultural de nuestra provincia. Iniciativas en favor del cuidado y la recuperación del paisaje y la biodiversidad, conjugando el cumplimiento de nuestra responsabilidad medioambiental con el aprovechamiento de estos recursos para el desarrollo rural sostenible.
- Política de refuerzo a la vivienda en la provincia, aportando posibilidades de permanecer o asentarse en el medio rural. En muchas ocasiones es la falta de vivienda la que hace desistir, sobre todo a los jóvenes, de emprender una vida adulta en él. Es necesario apostar por políticas de vivienda pública y refuerzo del alquiler, optimizando en primer lugar el uso de inmuebles vacíos o infrautilizados, lo que serviría también al objetivo de dignificar espacios urbanos en proceso de deterioro o abandono.
- Potenciación de medios para la participación ciudadana abierta, permanente y efectiva. Fomento del asociacionismo como uno de los motores de iniciativa para una provincia viva, apoyando a las asociaciones de la provincia de manera real.
En definitiva, es necesario trabajar en defensa del territorio desde el territorio, apostando por nuestra gente, por su acceso universal e igualitario a unos servicios básicos adecuados y una mejor calidad de vida, aportando innovación y nuevos espacios para el desarrollo económico y el empleo de calidad, defendiendo el valor de los productos cercanos, de nuestro entorno natural y cultural, generando expectativas contra la despoblación y recuperando la autoestima perdida en los últimos años. Lo haremos buscando en cada acción la sostenibilidad, la igualdad de género, la participación ciudadana y la defensa firme de nuestra dignidad, nuestros derechos y nuestras expectativas de desarrollo futuro.
Queridos amigos, los alcaldes no tenemos competencias impropias; simplemente, cuando un vecino nos pide ayuda, le prestamos esa ayuda, más allá de si es o no cosa nuestra. Si es asunto comarcal, provincial o autonómico, lo acompañamos, le redactamos el escrito que tenga que entregar o, como poco, lo guiamos. El Presidente de la Diputación no debe tener competencias impropias cuando se trata de nuestra provincia. Debe acompañar al pueblo que se ve sin urgencias nocturnas, sin suficientes horas de atención médica, sin escuela porque un año baja el número de niños matriculados, debe estar hasta el final con quien necesite su apoyo, mediando con otras administraciones, aportando razones, defendiendo nuestra tierra y los servicios que recibe. Eso es luchar contra la despoblación, y le propongo la primera medida concreta, la primera acción conjunta por nuestra provincia:
Hay dos comarcas salmantinas donde los niños terminan la E.S.O. y se encuentran sin un centro de referencia para continuar con sus estudios de Bachillerato o F.P. No existe posibilidad de transporte escolar a otros institutos que sí ofrezcan esos estudios; con 15 ó 16 años, el único modo que tienen de continuar estudiando es ir a una residencia o alquilar un piso en otra localidad, lo que supone un alejamiento prematuro de su entorno, dificultades familiares y costes a menudo inasumibles. Muchos niños dejan de estudiar por esta causa, y muchas familias deciden desplazarse a otra localidad mayor durante las primeras etapas escolares, es decir, pasan a formar parte del éxodo rural. Pero, sobre todo, esta situación convierte a los niños y sus familias en ciudadanos de segunda, carentes de derechos fundamentales hoy día en cualquier sociedad avanzada. Se trata de las comarcas de Ledesma y la Sierra de Francia. Es un problema que ya solucionaron Aragón, Galicia, el interior de Cataluña… Sólo quedamos unas pocas comarcas residuales de Castilla y León. Esto sucede en Salamanca en 2019, y el presidente de la diputación debe saberlo y ayudar a solucionarlo. En 2017 la Comisión de Educación de la FEMP debatió y aprobó por unanimidad de todos los grupos una resolución en la que se instaba a las administraciones a solucionar este problema ampliando la oferta educativa en los centros de referencia de las comarcas afectadas, en nuestro caso Ledesma y La Alberca. Si de verdad hubiera habido cambio en Castilla y León, este problema ya estaría en vías de solución. Como no ha sido así, estaré encantado de explicarle los pormenores y acompañarlo a la Consejería de Educación, o a la Presidencia de la Junta para que no dure ni un curso más esta situación de penuria y despoblación.
Queridos amigos y amigas, me gustaría concluir con palabras de quien fuera presidente de Checoslovaquia y, más adelante, de la República Checa antes del cambio de milenio, Vaclav Havel, tomadas de su discurso en el Foro para una Europa creativa:
“Aprendamos y enseñemos a los demás que la política debería ser una manifestación del deseo de contribuir a la felicidad de la comunidad, y no una fórmula para engañar o ultrajar a la comunidad. Aprendamos y enseñemos a los demás que la política no tiene que ser el arte de lo posible, especialmente cuando se piensa en especulaciones, cálculos, intrigas, acuerdos secretos y maniobras pragmáticas, sino que puede ser igualmente, un arte de lo imposible, es decir, el arte de mejorar el mundo y de mejorarnos a nosotros mismos.”
Muchas gracias.